Esos apestosos desempleados

La ignorancia es el arma de los poderosos para perpetuar sus privilegios. El desempleo es la nueva peste, la consecuencia inmanente del capitalismo. Una situación deshonrosa que evidencia la inconsistencia de su armazón ideológico. Por esta razón, el sistema se sirve de estratagemas para ocultar a las personas sin trabajo, como cuando metemos el polvo debajo del enorme mueble que nunca se moverá.

Con la nueva reforma laboral, ideada y ejecutada por los dos partidos del turnismo (el PP de Rajoy y el PSOE de Rubalcaba), el parado se convierte en un marginado. El proceso hasta alcanzar este estado es largo, pero efectivo.

El Gobierno niega la libre salida del país a todos los que cobren una prestación por desempleo. Únicamente les permite permanecer en otro estado un máximo de quince días al año. Pero hay que recordar que esa cuantía recibida por el parado no es un regalo del Estado, sino que se trata de una cantidad anticipada por el currante con un porcentaje de su sueldo. Es de su propiedad, diría el capitalismo.

En la necesidad (no querida) de buscarse las habichuelas lejos de aquí, el desempleado ha de acudir a una oficina del SEPE y solicitar la exportación de su prestación. Si se la concede, la Administración le otorgará un permiso de tres meses para continuar cobrando el paro, mientras inicia la búsqueda de trabajo como emigrante. Si cumplido este plazo sigue en la misma situación (y en España continúa aumentando el desempleo), deberá pedir una prórroga. Al cabo de los seis meses, el patriótico parado tiene la obligación de regresar a España. Punto y final al permiso de 180 días para buscarse la vida en otros países. En caso de incumplirlo, la Administración le multará y le cancelará el derecho a prestación.

Se da la calculada paradoja de que la exportación del paro implica la eliminación del solicitante de la lista de la vergüenza nacional. Desaparece del SEPE español y le dan de alta en el del país de destino, convirtiéndose en un inmigrante que ansía quitarles el trabajo a los autóctonos. Una estrategia perfecta para reducir el paro. Además, ese borrado acarrea la desaparición de las listas de ofertas de empleo, negándole el derecho a trabajar en su país de nacimiento.

De esta forma, si los 6 millones de desempleados solicitasen mañana la exportación del cobro del paro para ir a buscar trabajo fuera, al día siguiente España se convertiría en el único país del mundo sin parados. Pleno empleo, como pregonaban Aznar y Zapatero.

Pero si un día la dicha es buena, y el españolito de turno encuentra ocupación (incluso pudiendo ser digna), se acordará de las madres de los que gobiernan su expaís. Porque trabajar más de un año en otro país, aun siendo miembro de la Unión Europea, provoca la pérdida fulminante de todos los derechos laborales adquiridos durante toda su vida laboral en España. Se le esfuma, por lo tanto, su derecho a cobrar la prestación en un futuro, aunque antes de marcharse hubiera cotizado uno, cinco, quince o treinta años. Negocio redondo. Siempre gana la banca rescatada.

Lamentablemente esto no les sucederá a los políticos del PP y del PSOE (y a sus acólitos usurpadores de empleos públicos) que esconden sus ahorros en Suiza. Esta es la realidad de un país que roba a los pobres e indulta a los que saquean. Esto sí es patriotismo, patriotismo de Escopeta Nacional. Este, señoras y señores, es el putrefacto Estado de la Nación.

P.D. Basado en un hecho real.

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